Maquillaje… La primera visión que despierta este nombre es la que ha promovido la industria cosmética. De hecho, inmediatamente pensamos en colores y cremas aplicados en la piel para modificar su aspecto 🎨, realzando las facciones o caracterizándolas por motivos rituales o dramáticos.

En la vida cotidiana, todo maquillaje subraya la originalidad de quien lo usa, oculta sus defectos físicos, y a la vez, le sirve como lenguaje no verbal. ¿Pero es dicha práctica un fenómeno reciente? ¿O más bien se trata de algo que acompaña al ser humano desde la noche de los tiempos? 🎑

El maquillaje parece haber estado presente en las relaciones humanas desde la prehistoria. Los primeros pigmentos aplicados en la piel seguramente tuvieron la misma utilidad que las máscaras🎭, es decir, sirvieron para adoptar ciertas personalidades en ritos propiciatorios o iniciáticos.

A ese carácter mágico✨ fue añadiéndose un deseo de belleza que también parece ligado a la personalidad humana desde tiempos remotos.

Pinturas de origen vegetal y mineral fueron empleadas para teñir determinadas zonas del rostro, resaltando la feminidad o masculinidad, el status social o el papel desempeñado en determinadas ceremonias.

Los hombres y mujeres de la civilización egipcia fueron conocidos por su refinado uso de los cosméticos, como en otras culturas, la henna se empleó para colorear las uñas, a lo que hay que añadir un preparado de antimonio que servía para dibujar el característico perfil azul visible en los párpados de los faraones. 👁️

Ese deseo de delinear los párpados también fue habitual en los antiguos reinos de la India, donde las mujeres recurrieron a la alheña para teñir de rojo sus dedos, las plantas de sus pies y determinadas zonas de sus rostros.

En lugares como Japón 🎎, donde las mujeres blanqueaban sus rostros, teñían de negro sus dentaduras, depilaban completamente sus cejas y empolvaban sus nucas, en una muestra sofisticada del maquillaje usado entre la jerarquía dominante de aquel país.

Sin embargo, el uso de polvos para aclarar la piel no fue exclusivo de Oriente. La práctica de blanquearse el rostro, de moda en la Europa del siglo XVIII, tenía como propósito mostrar el nivel social de las personas👸🏻, pues sólo aquellos individuos que realizaban trabajos manuales sufrían el efecto de los rayos solares, en tanto que la buena sociedad conservaba la palidez.

En el París anterior a la Revolución Francesa🗼 se dio asimismo el dibujo de lunares falsos, que podían determinar ciertos mensajes según el lugar en que fueran situados.

Este tipo de prácticas, a veces extravagantes, fue atenuándose, aunque la palidez continuó siendo identificada con belleza femenina hasta comienzos del siglo XX.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la emancipación de la mujer ♀️ favoreció la progresiva aparición de maquillajes más personales y atrevidos, siguiendo, en lo sucesivo, las modas de cada momento.

Además, una mayor expresividad y la paulatina desaparición de ciertos convencionalismos sociales propiciaron el desenvolvimiento de nuevos diseños, nuevas coloraciones, más acordes con el tipo femenino impuesto a partir de la década de los sesenta.

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