Los ciclos circadianos son los ritmos intrínsecos que forman el reloj biológico humano y que regula las funciones del organismo para que sigan un ciclo regular. En los mamíferos, este ritmo coincide con los estados de sueño y vigilia y están asociados a los estímulos de luz, que el cerebro asocia con una mayor actividad fisiológica mientras que, en la oscuridad, se inhiben estas funciones.
Por ejemplo, ante la ausencia de luz la glándula pineal activa la producción de melatonina y serotonina, hormonas que aporta una sensación de bienestar y tranquilidad y, además, son las encargadas de inducir el sueño. El organismo entra en letargo, la temperatura corporal baja hasta los 35º, disminuye la presión sanguínea y se reduce la secreción de hormonas. La capacidad de alerta y de movimiento también se encuentran reducidas, por lo que es más difícil concentrarse o reaccionar ante un imprevisto y, por lo tanto, disminuye el rendimiento laboral y se multiplican las posibilidades de sufrir un accidente.
Por lo tanto, los ritmos circadianos van a ser importantes para controlar:
- Cómo y cuánto dormimos.
- Cómo nos va a afectar nuestra alimentación.
- La actividad y regeneración celular.
- Todas las actividades cerebrales.
- Los procesos y actividades de los órganos.
- Patologías en los órganos.
- La actividad hormonal.
¿Cómo funcionan?
La energía de los órganos y vísceras tienen un punto de máximo funcionamiento o de plenitud y un punto de mínimo funcionamiento o de vacío.
La energía circula por los meridianos en ciclos de 24 horas. Como existen 12 meridianos principales, cada meridiano estará en plenitud cada 2 horas, por lo que recibirá mayor cantidad de energía y de mejor calidad, y 12 horas más tarde estará en vacío y la energía que recibirá en ese momento será menor en cantidad y calidad. Esta transición de máximo a mínimo sucede paulatinamente. Desde el momento de vacío, volverá a ascender para estar en plenitud a las 12 horas siguientes.
El comienzo de los ciclos los marca la salida del sol en cada momento del año y el órgano que marca su comienzo es el Pulmón. A partir de ahí se establece todo el círculo. Una hora antes y una hora después de la salida del sol marcarán la plenitud del Pulmón. Esta será la mejor hora para hacer ejercicios de respiración o estirarse y respirar en profundidad. De esa forma, todo lo que respiremos en ese momento se acumulará a modo de batería que iremos gastando a lo largo del día. Durante esas horas, el Pulmón absorberá, metabolizará y transformará esa energía de forma mucho más rápida y eficaz.
Lo mismo sucede con el Estómago, cuya hora de plenitud es de 7 a 9 a.m. Es ahí cuando el Estómago absorbe, metaboliza y transforma los alimentos con más facilidad. Su hora de vacío es de 7 a 9 p.m. Por lo tanto es recomendable realizar una cena ligera.
¿Qué ocurre cuando no sigo los ritmos naturales?
Existen diversos factores que afectarán estos procesos y que hay que tener en cuenta: factores genéticos, hormonales, la ingesta de fármacos, alteraciones oftalmológicas y/o neurológicas que no transmiten la señal luminosa, la edad, la alimentación, el ejercicio…
Todas estas situaciones pueden llevarnos a una situación de imposibilidad para conciliar el sueño al comienzo de la noche, a dificultades para mantenerlo durante la madrugada, o a problemas para mantenernos despiertos durante el día.
Es fundamental la regularidad en horarios.
La alteración en el orden de estos ritmos tiene un efecto negativo a corto plazo. Si respetamos en la medida de lo posible esos horarios, los ritmos circadianos responderán y nuestro organismo se regulará solo. Si por el contrario tenemos desajustes en los horarios, distintas horas de acostarnos o levantarnos, comer, trabajar o hacer actividades deportivas o sueño acumulado, nuestros ritmos circadianos se verán influidos negativamente y notarás que se ven afectadas tus funciones como el sueño, el hambre, la conducta sexual o el rendimiento intelectual.